

A los trece años tomó la decisión de que no quería ir nunca más a la iglesia. Unos años más tarde un retiro cambió su vida. En 1980, en un Congreso Eucarístico Nacional se le pidió que diera la bienvenida al Papa Juan Pablo II y que le ofreciera un regalo. Azevedo decidió -dadas sus humildes circunstancias- ofrecer su vida por la evangelización de los jóvenes. Dos años después, abrió su primera cafetería. Hoy, su comunidad está presente en muchos países del mundo, incluida Budapest también.
Como fundador de la Comunidad Católica Shalom con sus compañeros están realizando una misión indirecta: están abriendo cafeterías, bocadillerías donde inician conversaciones sobre la fe, Dios y la vida...